domingo, 20 de febrero de 2011

Carta Padre Pio

Mis queridísimos hijos:
¡La gracia del Señor sobreabunde en vuestros corazones transformándolos totalmente en El!  Recibo con indecible consolación vuestra carta rebosante de filial afecto y me anima a ser sincero siempre con vosotros y a no dejar de amonestaros con franqueza en lo que os veo defectuosos. Dios sea bendito, carísimos hijos, por la santísima bondad que prodiga a esas vuestras almas que mi corazón ama verdadera e incomparablemente como a mí mismo. En primer lugar tengo que congratularme con vosotros de la constancia que tenéis en el servicio del Señor.

Esta vuestra constancia me hace esperar que, reconociendo vuestros defectos, en los que habitualmente caéis sin determinada y deliberada voluntad, os resolveréis a extirparlos con la asistencia de la gracia divina que os sobreabunda. ¿,Cuáles son, pues, los defectos que os reconocéis y que han echado raíces en alguno de vosotros, aunque no en todos? No me modero en notificároslos. Sé que entre vosotros los hay que han olvidado prontamente la gran estima que se debe a quien tiene sobre ellos la dirección inmediata. Se responde con arrogancia a esta dirección y, lo que es peor, se hace uno el sordo cuando es reprendido por alguna travesura. Referente a esto, tengo que lamentarme vivamente con los culpables. A ésos no les recuerdo otra cosa, ni les reprendo, más que la solemne promesa que me hicieron momentos antes de separarse de mí. Tengo la esperanza de que no volverán a caer en semejantes faltas. Todo me hace esperar la confianza total que tengo en Dios y la gran estima que me tienen estos queridos muchachos. Aparte de esto que os he comunicado no tengo motivos más que para congratularme con vosotros. Veo que vuestros corazones están siempre llenos de buenos deseos y esto me hace esperar que os entregaréis con todas vuestras fuerzas a corregiros de lo que os he manifestado en esta carta y también de todo aquello que os dije mientras fui vuestro director. Sé que os entristeceréis porque no podréis corregiros eficazmente de vuestras imperfecciones, pero debéis haceros fuertes, carísimos hijos, y recordad lo que tan a menudo os he repetido sobre el particular, o sea, que debéis trabajar igualmente en la práctica de la fidelidad a Dios para renovar vuestros propósitos con la misma frecuencia con que los transgredís y estando de sobre aviso para reconocer vuestra miseria y así no transgredirlos. Tened mucho cuidado de vuestros corazones para purificarlos y fortalecerlos a medida del número y magnitud de las inspiraciones que recibáis. Elevad frecuentemente vuestras almas a Dios; leed buenos libros con la mayor frecuencia que posible os sea, pero con mucha devoción; sed asiduos en la meditación, en las oraciones y en el examen de conciencia varias veces al día. Amad mi alma, que ama perfectamente la vuestra; y encomendadme siempre a la divina piedad como incesantemente hago por vosotros. No penséis jamás, mis queridísimos hijos, que la distancia del lugar separe las almas que Dios ha unido con el vínculo de su amor. Los hijos del siglo se encuentran todos separados los unos de los otros, porque tienen el corazón en distinto lugar; pero los hijos de Dios, teniendo el corazón donde tienen su tesoro y no teniendo todos más que un mismo tesoro, que es el mismo Dios, están, por consiguiente, siempre unidos...
Padre Pío, Capuchino;
Fuente: www.ewtn.com/padrepio/sp/priest/cartas.htm

sábado, 5 de febrero de 2011

La Consagración Religiosa



Nos consagramos porque Cristo se consagró y fue fiel a su vocación; la Consagración es la unión con Dios, en el Amor y la donación.
La Consagración no es una entrega que yo hago simplemente, sino la generosidad que nace del Amor de Dios; es la donación del Señor, para que por mi humanidad, la humanidad lo conozca y lo ame, “Soy su Siervo”.

El mejor regalo de la Consagración, es la libertad, esa libertad trasciende a una gracia mayor que es el Amor. Consagración y libertad, van de la mano en el camino de la configuración con Cristo. Quienes  se quedan en lo superficial no ven más allá de las diferencias y de las limitaciones y estas diferencia y limitaciones agotan.

Los consejos evangélicos, nos permiten ver, vivir y centrar nuestra  consagración en lo esencial: Jesucristo. Estos pueden ayudar a tomar conciencia del auténtico dinamismo humano y de lo que nos desvía de lo esencial; de lo que nos puede bloquear  en la realización personal  y comunitaria y de lo que nos puede llevar a la plenitud. La fidelidad a los mismos da un coraje para ser diferente, por lo contrario, nos liberan  y nos sacan de la prisión del poseer, del tener y del placer, nos abre a la dimensión del ser que facilita el encuentro con Dios, con los demás, consigo mismo y con la naturaleza. Podemos resumir que no hay consejos evangélicos sin amor y el amor permite abrir el corazón a ellos y por lo tanto te facilita vivirlos. Por ello lo más profundo de nuestro ser se refleja.

“Estos consejos evangélicos vivido hoy, en nuestro contexto cultural, al servicio de la misión, la comunión y la profecía hacen tomar conciencia de que somos seres humanos; ayudan a adquirir una identidad humana y cristiana; sitúan nuestro corazón a la medida del corazón de Cristo, los consejos evangélicos nos centran en Cristo” (UISG # 94 Consejos evangélicos y Misión), la pobreza, la obediencia y la castidad son formas nuevas de realizarse la persona humana en su propia realidad y en la escuela de Jesucristo.
La obediencia es escuela de máxima libertad, la pobreza de máxima generosidad y solidaridad  y la castidad de amor fecundo.

“Por lo tanto, las hermanas han de conceder gran importancia al ejercicio y perfecto cumplimiento de los votos. Sólo así, podrán llevar una vida de acuerdo con el estado que han elegido y en el que viven, y progresarán en la perfecta caridad” (constituciones # 17)

lunes, 31 de enero de 2011

UNA ORACIÓN QUE SALVA

El seguimiento de Jesús, implica poner todas las fuerzas de la voluntad, en al realización de actos diarios que nos permitan acercarnos a lo que Él  mismo quiere de nosotros; practica de virtudes, que en su gran conjunto conducen a la Santidad. En el transcurso de la historia, este seguimiento lo han hecho personas comunes y corrientes, que han hecho de eso común algo único y de eso corriente algo extraordinario. Jesús tiene como punto de referencia al Padre; los Apóstoles y desde allí todos los cristianos, nos conducimos  a Jesús como nuestro guía, nuestro modelo, el prototipo del verdadero Amor.


En esta perspectiva de fe, proclamamos la unidad de la Iglesia y la comunión de los santos, producto  no de una simple admiración sino  de la imitación fiel del mensaje de Cristo; su vida es la que hay que procurar y su Amor alcanzar. La Santidad Encarnada de Jesús  en otras personas y por lo tanto en la Iglesia, nos demuestra que en la imitación de un estilo particular de vida, se hallan  y se compone la vida de los santos; claro esté en la particularidad y exigencia de cada pueblo.

En la tradición de la Iglesia y en particular en nuestra Congregación gozamos de esa imitación  y por lo tanto del compromiso de imitación constante, con el acto de compañeras de oración, luz que guía por lo tanto nuestro quehacer espiritual, humano y congregacional.

Los Santos, modelos del gran modelo Jesucristo, acompañan constantemente el quehacer de nuestra vocación y formación para dar un sí diario y generoso. En el Postulantado, nos acompaña María en su niñez, en el Noviciado, Luis Bertrán nos impulsa a conocer a Dios  por la oración, la meditación de la Palabra  el sacrificio por el otro, particularmente en la misión; en ambos acontecimientos, toda la congregación se une no solo para festejar sino para orar por la fidelidad y perseverancia de nuestras hermanas.



A que voy con todo esto.
Hace un tiempo, en una reunión de Hnas Junioras de la curia, se planteó la idea de poner la etapa del juniorado bajo el patrocinio de algún Santo y por lo tanto dedicar un día con este fin; no se trata de realizar fiestas o dar regalos, al contrario, lo que queremos es que ese día tu Hna Postulante, tú Hna Novicia, tú Hna profesa, desbordes toda tu energía, toda tu fe, toda tu oración por la fidelidad y la perseverancia de cada una de tus hermanas; cada una de las Junioras, desde su limitación, nos hemos comprometido a dar testimonio de nuestra consagración, porque como Familia, confiamos nuestras necesidades.
Dios las Bendiga, queridas hermanas.

Hnas Junioras.

martes, 4 de enero de 2011

Jesús pregunta:


¿Es lícito curar en sábado, salvar una vida o destruirla? San Lucas 6, 6-11. Mateo 12, 9-14


El apostolado de la Salud, es el apostolado de la misericordia de Dios, que mira con generosidad el corazón del hombre; en la mayoría de los relatos bíblicos Nuestro Señor esta Sanando, y hoy nos utiliza a nosotras: nuestras manos, nuestros ojos, nuestra oración, para que ayudemos a sanar el corazón de hombres y mujeres.

La Pastoral de Adultos, tiene como fin único la cosecha de la Fe, que Dios mismo ha sembrado; nosotros somos ese medio; la Pastoral con los adultos debe tener como base fundamental, un gran testimonio de vida cristiana de la comunidad, gran espíritu de la sagrada Familia de Nazareth: la cotidianidad; vida profética, entre otras,  que permitan el crecimiento en la fe y la gran confianza en la providencia de Dios que los ama y los espera en su Reino Celestial.
Para los Adultos mayores, nuestros ancianatos beben ser  un lugar que le brinde el descanso, el silencio, la unidad con Dios, en la vivencia  de los sacramentos que en Nazareth se da.
Compasión y acción van de la mano:
Trabajemos por la resignificación de nuestros adultos dando amor y enseñémosle a que descubran el sentido de su existencia.

MUJER QUE IMITA A DOMINGO PREDICADOR:

Este es un papel fundamental que desempeña la mujer dominica en la vida de la Iglesia. Vemos cómo estos tres pilares de la espiritualidad de nuestro Padre Santo Domingo tienen relación el uno con el otro, pues las mujeres Hijas de Santo Domingo de Guzmán, hemos sido llamadas para la predicación desde el estudio y la oración.

Es necesario que tengamos claro que  las seguidoras de Domingo, ante todo, somos seguidoras de Jesús del cual  hemos oído “el ven y sígueme”. A lo largo de la Biblia y específicamente en los Evangelios, vemos la presencia de las mujeres en la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección. Jesús habla con las mujeres acerca de las cosas de Dios y ellas lo comprenden. Siempre vemos a Jesús defendiéndolas, perdonándolas, etc., pero lo más sorprendente y admirable es que las vemos en la prueba definitiva, a los pies de la cruz de su Maestro; todo el mundo lo abandonó, sólo las mujeres y Juan permanecieron fieles.

Por tanto, el papel de la mujer en la Iglesia desde sus inicios ha sido importante y hoy más que nunca todos los creyentes reclaman nuestra presencia y nuestra labor apostólica en medio de ellos.

Las mujeres dominicas hoy estamos llamadas a ser las guardianas de un precioso tesoro de la Iglesia: el mensaje evangélico. Guardianas, que quiere decir también custodias y encargadas. Lo cual nos indica que no debemos guardar la palabra bajo un celemín, en donde nadie la pueda ver, sino que  sin duda alguna, debemos darla a conocer. Para cumplir con esta misión necesitamos cumplir dos condiciones:

-          decir sí a Jesús: como María, como cada una de las mujeres que lo siguieron. Un sí que no se queda en palabras, sino que nos impulsa a buscar siempre la voluntad de Dios en todo cuanto hagamos siendo testigos de la predicación del Evangelio y la proclamación de la Buena noticia.

-          Acompañar a Jesús hasta la cruz: estamos llamadas a ser dominicas fieles a Jesús en todo momento, pero especialmente en la cruz. Hemos de adquirir fortaleza en los momentos de dificultad y al mismo tiempo ser fortaleza y descanso para nuestros hermanos. Esto nos permitirá dar testimonio de Jesús resucitado: las mujeres fueron las encargadas de anunciar la resurrección de Jesús, no por chismosas como dicen algunos, sino porque estuvieron con Jesús en la cruz. Hemos de convencernos de esto: si no pasamos por la cruz no podremos encargarnos de anunciar el mensaje de Jesús resucitado.

Si custodiamos y anunciamos el mensaje Evangélico estamos custodiando al mismo tiempo nuestro carisma dominicano, que es también el de predicar a la luz de la Palabra, en otras palabras, estaremos contemplando y dando de lo contemplado.
De esta forma podemos decir, que no solo estamos predicando con nuestras palabras, sino que lo estamos haciendo con nuestro testimonio de vida. Las palabras convencen, y nosotras somos expertas en esto, pero el testimonio arrastra hasta al más ateo, hasta el más frío, hasta el más alejado. Pienso que este es uno de los retos más grandes que tenemos como Hijas de Domingo de Guzmán inmersas en una sociedad en donde muchos valores se han perdido y nosotras tenemos que marcar la diferencia.

Esto implica necesariamente que seamos un signo de contradicción, no hay otra opción, nuestro padre santo Domingo  fue signo de contradicción frente a la sociedad en que vivía: cuando la predicación era solo cosa de obispos, domingo pide la gracia de la predicación. Cuando la vida social era un feudalismo de señores y vasallos, Domingo crea comunidades de hermanos y hermanas, en donde el prior y la priora, son los primeros en servir. Cuando la cultura era propiedad de los monasterios y cabildos catedralicios, envía a los hermanos a las Universidades que comenzaban por aquél tiempo. Cuando las herejías estaban haciendo de muchos creyentes campo de cultivo, Domingo dedica noches enteras a conversar con los herejes y arriesga su vida sin miedo y sin descanso.

Hoy, nosotras sus Hijas, debemos pedir su intercesión para tener la fuerza de hacer lo mismo: hoy la mayoría de los hombres no cree en Dios, nosotras no solamente creemos y confiamos en él, sino que también lo seguimos por medio de nuestra consagración.
Existe un afán grande de los hombres por el “tener” cosas materiales sin esfuerzo alguno, nosotras hemos optado por una vida de pobreza, en donde, como Domingo, debemos vivir solo con lo necesario y en donde el trabajo sin pedir nada a cambio, es el principal signo de pobreza. Hoy la sociedad está totalmente poseída por el placer, por lo sexual, muchos venden su cuerpo, nosotras se lo hemos consagrado a Dios y Él lo guarda como un precioso tesoro. Los hombres y mujeres de hoy hacen lo que quieren, quieren ser independientes, no quieren que nadie los mande, hasta han prescindido de la voluntad de Dios, nosotras no solo estamos sujetas a la voluntad de Dios, sino que también tenemos claro que ésta también está en la voz de nuestros superiores.

De esta manera debemos ser signo de contradicción, pero surgen dos interrogantes: ¿respondemos con radicalidad y desde el carisma dominicano a este reto que nos presenta la Iglesia? ¿Estamos siendo auténticas Hijas de Santo Domingo de Guzmán?

Las dominicas en el siglo XXI, o somos capaces de escuchar la Palabra, de analizar los acontecimientos, de iluminar las vidas de los hombres y mujeres a través de nuestro testimonio de vida cristiana, o como dice nuestra amada regla: estamos de sobra en nuestra comunidad..

Las mujeres dominicas hoy estamos llamadas a ser columnas de la Iglesia, oasis de descanso y no un peso más, un problema más… Nuestro papel es fundamental en la Iglesia de Hoy: mujeres capaces de elevar a Dios una oración confiada que vaya más allá de nosotras mismas; mujeres como las del Nuevo testamento, capaces de escuchar y acoger la Palabra de Dios. Mujeres de estudio que sepamos fundamentar y defender nuestra fe sin miedos inútiles y estériles. Mujeres testigos de la resurrección de Jesús a través del testimonio de vida. Mujeres sufrientes y generosas, que saben estar al pie de la cruz y de las cruces de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Apropiémonos y apliquemos las  palabras del papa Juan Pablo II: “Ha llegado la hora en que la vocación de la mujer “Dominica”, en nuestro caso,  se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar inmensamente a que la humanidad no decaiga”

Hnas Junioras