lunes, 31 de enero de 2011

UNA ORACIÓN QUE SALVA

El seguimiento de Jesús, implica poner todas las fuerzas de la voluntad, en al realización de actos diarios que nos permitan acercarnos a lo que Él  mismo quiere de nosotros; practica de virtudes, que en su gran conjunto conducen a la Santidad. En el transcurso de la historia, este seguimiento lo han hecho personas comunes y corrientes, que han hecho de eso común algo único y de eso corriente algo extraordinario. Jesús tiene como punto de referencia al Padre; los Apóstoles y desde allí todos los cristianos, nos conducimos  a Jesús como nuestro guía, nuestro modelo, el prototipo del verdadero Amor.


En esta perspectiva de fe, proclamamos la unidad de la Iglesia y la comunión de los santos, producto  no de una simple admiración sino  de la imitación fiel del mensaje de Cristo; su vida es la que hay que procurar y su Amor alcanzar. La Santidad Encarnada de Jesús  en otras personas y por lo tanto en la Iglesia, nos demuestra que en la imitación de un estilo particular de vida, se hallan  y se compone la vida de los santos; claro esté en la particularidad y exigencia de cada pueblo.

En la tradición de la Iglesia y en particular en nuestra Congregación gozamos de esa imitación  y por lo tanto del compromiso de imitación constante, con el acto de compañeras de oración, luz que guía por lo tanto nuestro quehacer espiritual, humano y congregacional.

Los Santos, modelos del gran modelo Jesucristo, acompañan constantemente el quehacer de nuestra vocación y formación para dar un sí diario y generoso. En el Postulantado, nos acompaña María en su niñez, en el Noviciado, Luis Bertrán nos impulsa a conocer a Dios  por la oración, la meditación de la Palabra  el sacrificio por el otro, particularmente en la misión; en ambos acontecimientos, toda la congregación se une no solo para festejar sino para orar por la fidelidad y perseverancia de nuestras hermanas.



A que voy con todo esto.
Hace un tiempo, en una reunión de Hnas Junioras de la curia, se planteó la idea de poner la etapa del juniorado bajo el patrocinio de algún Santo y por lo tanto dedicar un día con este fin; no se trata de realizar fiestas o dar regalos, al contrario, lo que queremos es que ese día tu Hna Postulante, tú Hna Novicia, tú Hna profesa, desbordes toda tu energía, toda tu fe, toda tu oración por la fidelidad y la perseverancia de cada una de tus hermanas; cada una de las Junioras, desde su limitación, nos hemos comprometido a dar testimonio de nuestra consagración, porque como Familia, confiamos nuestras necesidades.
Dios las Bendiga, queridas hermanas.

Hnas Junioras.

martes, 4 de enero de 2011

Jesús pregunta:


¿Es lícito curar en sábado, salvar una vida o destruirla? San Lucas 6, 6-11. Mateo 12, 9-14


El apostolado de la Salud, es el apostolado de la misericordia de Dios, que mira con generosidad el corazón del hombre; en la mayoría de los relatos bíblicos Nuestro Señor esta Sanando, y hoy nos utiliza a nosotras: nuestras manos, nuestros ojos, nuestra oración, para que ayudemos a sanar el corazón de hombres y mujeres.

La Pastoral de Adultos, tiene como fin único la cosecha de la Fe, que Dios mismo ha sembrado; nosotros somos ese medio; la Pastoral con los adultos debe tener como base fundamental, un gran testimonio de vida cristiana de la comunidad, gran espíritu de la sagrada Familia de Nazareth: la cotidianidad; vida profética, entre otras,  que permitan el crecimiento en la fe y la gran confianza en la providencia de Dios que los ama y los espera en su Reino Celestial.
Para los Adultos mayores, nuestros ancianatos beben ser  un lugar que le brinde el descanso, el silencio, la unidad con Dios, en la vivencia  de los sacramentos que en Nazareth se da.
Compasión y acción van de la mano:
Trabajemos por la resignificación de nuestros adultos dando amor y enseñémosle a que descubran el sentido de su existencia.

MUJER QUE IMITA A DOMINGO PREDICADOR:

Este es un papel fundamental que desempeña la mujer dominica en la vida de la Iglesia. Vemos cómo estos tres pilares de la espiritualidad de nuestro Padre Santo Domingo tienen relación el uno con el otro, pues las mujeres Hijas de Santo Domingo de Guzmán, hemos sido llamadas para la predicación desde el estudio y la oración.

Es necesario que tengamos claro que  las seguidoras de Domingo, ante todo, somos seguidoras de Jesús del cual  hemos oído “el ven y sígueme”. A lo largo de la Biblia y específicamente en los Evangelios, vemos la presencia de las mujeres en la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección. Jesús habla con las mujeres acerca de las cosas de Dios y ellas lo comprenden. Siempre vemos a Jesús defendiéndolas, perdonándolas, etc., pero lo más sorprendente y admirable es que las vemos en la prueba definitiva, a los pies de la cruz de su Maestro; todo el mundo lo abandonó, sólo las mujeres y Juan permanecieron fieles.

Por tanto, el papel de la mujer en la Iglesia desde sus inicios ha sido importante y hoy más que nunca todos los creyentes reclaman nuestra presencia y nuestra labor apostólica en medio de ellos.

Las mujeres dominicas hoy estamos llamadas a ser las guardianas de un precioso tesoro de la Iglesia: el mensaje evangélico. Guardianas, que quiere decir también custodias y encargadas. Lo cual nos indica que no debemos guardar la palabra bajo un celemín, en donde nadie la pueda ver, sino que  sin duda alguna, debemos darla a conocer. Para cumplir con esta misión necesitamos cumplir dos condiciones:

-          decir sí a Jesús: como María, como cada una de las mujeres que lo siguieron. Un sí que no se queda en palabras, sino que nos impulsa a buscar siempre la voluntad de Dios en todo cuanto hagamos siendo testigos de la predicación del Evangelio y la proclamación de la Buena noticia.

-          Acompañar a Jesús hasta la cruz: estamos llamadas a ser dominicas fieles a Jesús en todo momento, pero especialmente en la cruz. Hemos de adquirir fortaleza en los momentos de dificultad y al mismo tiempo ser fortaleza y descanso para nuestros hermanos. Esto nos permitirá dar testimonio de Jesús resucitado: las mujeres fueron las encargadas de anunciar la resurrección de Jesús, no por chismosas como dicen algunos, sino porque estuvieron con Jesús en la cruz. Hemos de convencernos de esto: si no pasamos por la cruz no podremos encargarnos de anunciar el mensaje de Jesús resucitado.

Si custodiamos y anunciamos el mensaje Evangélico estamos custodiando al mismo tiempo nuestro carisma dominicano, que es también el de predicar a la luz de la Palabra, en otras palabras, estaremos contemplando y dando de lo contemplado.
De esta forma podemos decir, que no solo estamos predicando con nuestras palabras, sino que lo estamos haciendo con nuestro testimonio de vida. Las palabras convencen, y nosotras somos expertas en esto, pero el testimonio arrastra hasta al más ateo, hasta el más frío, hasta el más alejado. Pienso que este es uno de los retos más grandes que tenemos como Hijas de Domingo de Guzmán inmersas en una sociedad en donde muchos valores se han perdido y nosotras tenemos que marcar la diferencia.

Esto implica necesariamente que seamos un signo de contradicción, no hay otra opción, nuestro padre santo Domingo  fue signo de contradicción frente a la sociedad en que vivía: cuando la predicación era solo cosa de obispos, domingo pide la gracia de la predicación. Cuando la vida social era un feudalismo de señores y vasallos, Domingo crea comunidades de hermanos y hermanas, en donde el prior y la priora, son los primeros en servir. Cuando la cultura era propiedad de los monasterios y cabildos catedralicios, envía a los hermanos a las Universidades que comenzaban por aquél tiempo. Cuando las herejías estaban haciendo de muchos creyentes campo de cultivo, Domingo dedica noches enteras a conversar con los herejes y arriesga su vida sin miedo y sin descanso.

Hoy, nosotras sus Hijas, debemos pedir su intercesión para tener la fuerza de hacer lo mismo: hoy la mayoría de los hombres no cree en Dios, nosotras no solamente creemos y confiamos en él, sino que también lo seguimos por medio de nuestra consagración.
Existe un afán grande de los hombres por el “tener” cosas materiales sin esfuerzo alguno, nosotras hemos optado por una vida de pobreza, en donde, como Domingo, debemos vivir solo con lo necesario y en donde el trabajo sin pedir nada a cambio, es el principal signo de pobreza. Hoy la sociedad está totalmente poseída por el placer, por lo sexual, muchos venden su cuerpo, nosotras se lo hemos consagrado a Dios y Él lo guarda como un precioso tesoro. Los hombres y mujeres de hoy hacen lo que quieren, quieren ser independientes, no quieren que nadie los mande, hasta han prescindido de la voluntad de Dios, nosotras no solo estamos sujetas a la voluntad de Dios, sino que también tenemos claro que ésta también está en la voz de nuestros superiores.

De esta manera debemos ser signo de contradicción, pero surgen dos interrogantes: ¿respondemos con radicalidad y desde el carisma dominicano a este reto que nos presenta la Iglesia? ¿Estamos siendo auténticas Hijas de Santo Domingo de Guzmán?

Las dominicas en el siglo XXI, o somos capaces de escuchar la Palabra, de analizar los acontecimientos, de iluminar las vidas de los hombres y mujeres a través de nuestro testimonio de vida cristiana, o como dice nuestra amada regla: estamos de sobra en nuestra comunidad..

Las mujeres dominicas hoy estamos llamadas a ser columnas de la Iglesia, oasis de descanso y no un peso más, un problema más… Nuestro papel es fundamental en la Iglesia de Hoy: mujeres capaces de elevar a Dios una oración confiada que vaya más allá de nosotras mismas; mujeres como las del Nuevo testamento, capaces de escuchar y acoger la Palabra de Dios. Mujeres de estudio que sepamos fundamentar y defender nuestra fe sin miedos inútiles y estériles. Mujeres testigos de la resurrección de Jesús a través del testimonio de vida. Mujeres sufrientes y generosas, que saben estar al pie de la cruz y de las cruces de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Apropiémonos y apliquemos las  palabras del papa Juan Pablo II: “Ha llegado la hora en que la vocación de la mujer “Dominica”, en nuestro caso,  se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar inmensamente a que la humanidad no decaiga”

Hnas Junioras